Epilepsia en Latinoamérica

Temas de epilepsia y vejez

La epilepsia es muy común entre los ancianos; por lo tanto, el número de personas con epilepsia aumentará a medida que los nacidos durante el auge de natalidad vayan llegando a sus años dorados. Aunque los mecanismos subyacentes de las crisis no cambian con la edad avanzada, pueden aumentar sus efectos perjudiciales sobre la salud en general y la calidad de vida.

La epilepsia que se desarrolla en una etapa avanzada de la vida suele ser de inicio parcial y no de inicio generalizado y, por lo general, se contrae (a menudo como consecuencia de accidentes cerebrovasculares) en lugar de heredarse (debido a causas genéticas).Las causas más comunes de epilepsia en personas de la tercera edad son los accidentes cerebrovasculares (ACV y hemorragias cerebrales) y los tumores cerebrales. Las caídas son también un factor causal, ya que pueden romper los vasos sanguíneos frágiles del cerebro de los ancianos y producir un tejido cicatrizal que puede convertirse en un foco de crisis. También se observa un leve aumento del riesgo de contraer epilepsia en personas que tienen la enfermedad de Alzheimer o de Parkinson, o bien en alcohólicos crónicos. Asimismo, la epilepsia en una persona de la tercera edad puede marcar la reaparición de las convulsiones que se encontraban en remisión, o podría ser la continuación de un problema de toda la vida.

Diagnóstico en ancianos
El diagnóstico de la epilepsia en ancianos suele ser más complicado que en las personas más jóvenes por varios motivos:

• Los ancianos son más propensos a sufrir crisis más breves y sutiles, como los episodios de mirada fija perdida, en comparación con las crisis tónico-clónicas. Es muy probable que los ancianos o las personas que se encargan de cuidarlos resten importancia a esos episodios y los consideren “lapsos seniles”.

• Como los ancianos tienen mayor tendencia a vivir solos o a aislarse de la sociedad, las crisis pueden pasar inadvertidas para los demás. O puede suceder que un compañero anciano haya presenciado una crisis, pero no esté en condiciones de recordarla o describirla.

• A los ancianos con demencia, accidentes cerebrovasculares, retraso en el desarrollo o autismo, puede resultarles complicado o imposible describir los síntomas de las crisis a sus médicos o cuidadores.

Lamentablemente, es común que los ancianos sufran de epilepsia y que no se les haya diagnosticado. Quizás se culpe a la confusión o a una pérdida de conciencia que, en realidad, derivan de otros problemas médicos, como las infecciones o las enfermedades cardíacas. Y la práctica común de recetar indiscriminadamente medicamentos antiepilépticos, que se observa en especial en las residencias para ancianos, puede causar problemas graves que incluyen toxicidad por medicamentos, interacciones farmacológicas, pérdida ósea, depresión, sedación, daño hepático, sarpullido y fiebre, por nombrar solo algunos.

Tratamiento en ancianos
Superar el obstáculo del diagnóstico correcto es apenas el principio, ya que el tratamiento de cualquier problema médico en los ancianos requiere un cuidado especial. Las personas de la tercera edad pueden tener una salud general más deficiente, y deben tenerse en cuenta otras enfermedades/trastornos que pueden complicar las cosas, y metabolismo alterado y otros problemas fisiológicos. Por ejemplo, dado que el ritmo del metabolismo disminuye con la edad, se reduce la capacidad de “procesar” y eliminar los medicamentos, lo cual puede permitir que se eleven los niveles de la medicación y de los subproductos metabólicos. Eso puede desencadenar efectos secundarios y una sobredosis en los ancianos, aun en el caso de que consuman una cantidad “estándar”.

A la disminución del ritmo del metabolismo con la edad avanzada, se le suman los cambios de la capacidad para absorber los medicamentos, que en ocasiones puede tardar de un día a otro. Eso significa que algunos días puede absorberse una buena porción de la dosis, mientras que otros se absorbe sólo un pequeño porcentaje, lo cual produce fluctuaciones en los niveles del medicamento en sangre.

También existe un gran problema con la interacción farmacológica. La mayoría de los ancianos toman dos o tres medicamentos al día, mientras que el 20 por ciento toman más de cinco medicamentos para controlar una variedad de afecciones médicas. Muchos medicamentos de uso común comparten las mismas vías metabólicas que los FAE en el hígado, por lo que uno puede elevar o disminuir los niveles del otro. Por ejemplo, la carbamazepina (Tegretol®, Carbatrol®) reduce los niveles del anticoagulante warfarina (Coumadin®), un medicamento que ayuda a prevenir los coágulos sanguíneos y los accidentes cerebrovasculares. Dado que tanto las crisis como los accidentes cerebrovasculares son problemas médicos graves, no se puede simplemente dejar de tomar uno de esos medicamentos. Por el contrario, se debe encontrar un equilibrio delicado.

Los ancianos son también más propensos a sufrir los efectos secundarios de los medicamentos antiepilépticos. La acción de los efectos secundarios está directamente relacionada con el número de medicamentos que se consumen. Por ejemplo, un anciano con problemas de equilibrio tendrá más probabilidades de caerse si toma varios medicamentos distintos. Las caídas son particularmente peligrosas ya que pueden producir fracturas de los huesos frágiles y graves lesiones en la cabeza. El resultado puede ser una crisis, una hospitalización prolongada y costosa, o incluso la muerte.

Otra situación que complica aún más las cosas es la mayor incidencia de la pérdida de memoria que se observa en este grupo etario, que hace que sus integrantes sean más propensos a tomar incorrectamente los medicamentos u olvidarse de alguna dosis. Un pastillero puede ayudar al anciano a organizarse, y un reloj que tienen alarma puede servirle como recordatorio de que es hora de tomar el medicamento. Cuando sea posible, los medicamentos en forma de liberación prolongada pueden eliminar la necesidad de varias dosis al día.

Cuidado médico adecuado para ancianos
Por todos los motivos expuestos anteriormente, es de vital importancia que el diagnóstico sea correcto. Se deben realizar todas las pruebas apropiadas, incluido, si corresponde, un EEG con video para capturar y clasificar los episodios. Una vez que se haya diagnosticado la epilepsia, es hora de seleccionar el medicamento adecuado. Se ha demostrado que los medicamentos como la lamotrigina (Lamictal®) y el levetiracetam (Keppra®) son seguros y eficaces para los ancianos y que producen menos efectos secundarios que otros medicamentos antiepilépticos más antiguos, como la carbamazepina (Tegretol®, Carbatrol®). Sin embargo, se debe recetar únicamente la dosis mínima y la cantidad mínima de medicamentos para la epilepsia. También se deben realizar análisis de sangre en forma regular para controlar los niveles de medicamento y otros factores.

Es necesario llevar un registro detallado de cualquier efecto secundario que aparezca,(para ello, tal vez se requiera la ayuda de familiares y cuidadores). De ese modo, se ayuda al médico a decidir si aumentar o reducir la dosis, o bien si sustituir el medicamento por completo para minimizar los efectos no deseados. En caso de que la cirugía sea una opción, ten la tranquilidad de que se ha demostrado que es segura y eficaz para los ancianos. De todos modos, solo debe contemplarse para personas que no responden favorablemente al tratamiento convencional con medicamentos.

Por último, el régimen de tratamiento debe revisarse y actualizarse regularmente, dado que las necesidades evolucionan y requieren cambios en el tratamiento. Incluso las personas cuya epilepsia está bien controlada desde hace mucho tiempo deben visitar a un epileptólogo o neurólogo al cumplir los 65 o 70 años para revisar el protocolo de tratamiento.

 

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